jueves, 11 de febrero de 2010

Leer es descubrir.

Hoy le eché un vistazo a un montón de libros que heredé de mi abuelo. A pesar de que la mayoría son de ciencia-ficción (tipo de libros de los que él era fanático) encontré uno de filosofía que llamó inmediatamente mi atención. Lo tomé, le limpié el polvo que tenía en las tapas y sentí que debía leerlo. Es algo que suele sucederme cuando tomo un libro X. Si me pasa, claro está, lo leo sin dudarlo. No es sólo por el título ni el autor, a veces me ocurre sin razón aparente. Es como si una fuerza interior me obligase a hacerlo, la misma fuerza que me induce a realizar muchas otras cosas.

Bueno, el asunto es que empecé hoy mismo a leerlo, y hubo detalles que llamaron inmediatamente mi atención, por ejemplo, el estado de sus hojas. Estaban roídas por el tiempo, cosa que en los libros me encanta. Lo otro es que me hizo recordar a Kant, por lo pesado de su contenido. Creo que si los pensamientos tuvieran un peso físico, yo al menos no podría caminar.

Me encontré con el famoso problema de Gettier. Los contraejemplos me fascinan. Son tan "yo" que me identifico plenamente con ellos. Lo mejor de la filosofía es que casi todo lo puedo conectar, usando ejemplos como la Ley de Murphy, el conocimiento de la experiencia, la epistemología, entre otras cosas.

La mente no tiene límites, y jamás existirá una dictadura tal que te impida pensar con libertad. Pueden cortarte los brazos, las piernas, prohibirte hablar, etc. Pero jamás podrán evitar que pienses lo que quieras; tendrían que matarte. Todos pensamos y creemos en lo que QUEREMOS, es un detalle que no podemos dejar pasar.

Los únicos límites que puedes tener son los que te impones tú mismo. Al querer dejar de pensar en algo, o tratar de olvidar. Y no niego que lo he hecho, pero lo que existe en mi mente es más fuerte que yo. Ya no puedo luchar contra eso... Y me he dejado vencer con gusto.

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